domingo, 6 de abril de 2008

Isabel vs la pediatra. Segundo asalto.

Ha llegado la esperada segunda parte de la saga de la pediatra.

Quisiera empezar haciendo un comentario sobre el profesional de la medicina. El entrenamiento básico de un médico va dirigido en la dirección del diagnóstico de una enfermedad y la restauración de la salud del paciente. Hay quien puede no concordar con esto, y por eso enfatizaré que he escrito entrenamiento básico.

En general, un médico es alguien preparado para ver a un paciente enfermo, no una persona sana. ¿Excepciones a esta regla? Debería haberlas. Las personas en los extremos de la vida van, o las llevan, a ver al médico aun cuando se encuentren sanas.

Esto le deja claro al autor que a nadie le gusta ir al médico. La única forma de ir si no te sientes muy mal es que te lleven, más o menos a la fuerza, tus padres o tus nietos ;-)

Regreso al argumento principal y me voy directo a los pediatras. El médico que se sienta en su consulta a ver niños que van por la propia voluntad de sus padres, no consigue muchos "casos". O al menos no debe conseguir todos los que en su ambición profesional quisiera. Me temo que no toda persona que ejerce la medicina está preparada para ello. Además, el ver personas sanas requiere de un cambio en sus prejuicios profesionales. Y esto es algo que no todo el mundo logra vencer, menos luego de ser graduado en la universidad.

Reconozco que la afirmación de los prejuicios profesionales es más solida que la del número de "casos", en el sentido que si un pediatra quiere ver niños enfermos, sólo tiene que ir a buscarlos a un hospital y no esperar que los padres se los traigan a consulta.

Todo esto ha sido como introducción a nuestra visita al pediatra de Isabel cuando tuvo fiebre durante un fin de semana. La diferencia fue abismal y nos permite poner un detalle en perspectiva. En la consulta de revisión anterior, cuando la pediatra mal interpretó las lecturas del peso, Roxana se fue poniendo cada vez más nerviosa con lo que decía la doctora, que estaba alterada. Mientras tanto Isabel y yo jugábamos. En este caso, nosotros estábamos preocupados por los síntomas de Isabel, pero la doctora mantuvo la calma.

Después de observarla, la situación era muy simple. Isabel tendría una infección viral o bacteriana. El problema, siempre hay un problema, era que mientras el examen de sangre apuntaba a la presencia de un virus, el examen de orina mostraba evidencias bacterianas.

La posibilidad de tener los dos tipos de infección estaría considerada por los paranoicos padres, pero sólo tendría sentido si la familia viviera en un basurero. La pediatra fue clara, el examen de sangre siempre es el más confiable. Sin embargo debemos repetir el de orina. Dadas las circunstancias lo repetiríamos al día siguiente, cuando se revisara la evolución de los síntomas.

De hecho repetimos el examen de orina. Lo hicimos la madrugada siguiente en una sala de emergencias. Isabel tuvo fiebre muy alta en la noche y decidimos estrenarle el seguro. Era viral.

Pero ¿qué había pasado con la prueba de orina del día anterior? Nada, la había tomado Roxana, que en ese momento no conocía el procedimiento correcto. La prueba se contaminó. Eso era todo.

Al final visitamos a nuestra pediatra del día anterior, le contamos lo sucedido y nos felicitó por la decisión. Finalmente nos animó a seguir el tratamiento recomendado por la gente de la emergencia.

Isabel comenzó a mejorar inmediatamente. De hecho, esa noche ya estaba haciendo sus sentaditas, como se ve en la foto del post Isabel se sienta I.

Como consecuencias de esta experiencia aprendimos que hay que tener cuidado con la toma de muestras de orina. Es mejor que las tome un profesional. También decidimos comprar un termómetro digital de los que se usan en el oído. Así, si Isabel está quebrantada, podemos revisar su temperatura frecuentemente sin tener que molestarla tanto.

Un aspecto bueno de haber ido a la emergencia fue saber que hay analgésicos más o menos fuertes, aun cuando todos sean de uso pediátrico. Los pediatras tienen diferentes opiniones al respecto y en general no lo comentarán al usuario de manera espontánea. De ahora en adelante seremos más proactivos al respecto, preguntando siempre por los varios medicamentos existentes y sus diferencias.

Para finalizar, había escrito que pudimos poner un detalle en perspectiva. Además del prejuicio profesional, en la relación con el paciente, el médico es un actor en una posición de poder. Ilustro el punto recordando que mucho se da como ejemplo que un cirujano no lleva a votación las decisiones que ha de tomar durante una intervención.

¿Qué pasaba el día que Isabel estaba sana? Padres inicialmente tranquilos y pediatra alarmista. La relación de poder estaba rota. Mi hipótesis es que la alarma de la pediatra perseguía inconscientemente el fin de restablecer la relación.

El día que Isabel sí estaba enferma, nosotros estábamos nerviosos y la pediatra supo que hacer. Estaba tranquila. La relación de poder funcionaba perfectamente.

Es que los humanos somos así, de esa manera.

3 comentarios:

Unknown dijo...

Nosotros hemos aprendido que la interacción de los médicos con personas que han leído un poquito de sus áreas de conocimientos terminan siendo o muy buenas o muy malas. En nuestro caso, han terminado siendo buenas. Por otra parte,algo que me ayudó mucho a mí a descartar si las fiebres eran virales o bacterianas eran las horas a las cuales se presentan las fiebres. En el caso de las fiebres virales, suelen presentarse en horas de la tarde y en las noches. las bacterianas suelen ser constantes a lo largo del día. Sien embargo, no hay una regla. Además, las virosis han evolucionado. Cuando Luna era bebé una enfermedad viral duraba no más de 5 días. Hoy día pueden durar entre 7 y 10 días y a veces duran todavía más. Lo importante es mantener la calma siempre y pensar que tenemos un bebé bien cuidado, bien alimentado (sobre todo si recibió leche materna) y que en todo caso son enfermedades con las que sus pequeños organismos podrán batallar.
Un beso para los tres y espero que los consejitos sirvan de ayuda.

Anónimo dijo...
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Roxana dijo...

Gracias July por los consejitos! siempre me son muy útiles.
Cuendo Isabel se enfermó me preocupé mucho, porque no quería comer!!! le ponía la teta y tosía como si le diera asco... fue duro, porque en esa época sólo comía teta... Además, con la fiebre se podía deshidratar y ya ella es flacuchenta; doble angustia... cuando la fiebre comenzó a ceder, la Icha volvió a comer igual que siempre pero entre medio de largas siestas durante el día. Pobre! estaba muy agotada y así pasó dos días. Eso sí, con el mismo buen humor de siempre! hasta con la fiebre se reía! y a nosotros se nos aguaba el guarapo al verla...